Gente de los Ángeles: Retratar la ciudad indescifrable
Grand Ave Arts: Access All. Foto por VGB
“Si Los Ángeles parece a menudo una ciudad sin historia, es quizá porque gran parte de su pasado se ha reciclado en mito.” —David L. Ulin, en Writing Los Angeles
29 de octubre, 2025. ¿Cómo contar una ciudad tan contada y escenificada como Los Ángeles, California? Aunque no existe un dato confiable, se estima que hay decenas de miles de películas, documentales, cortometrajes, videos digitales y en línea que tienen como escenario la ciudad, o donde la ciudad es protagonista de sí misma. Un protagonismo superado apenas, y a duras penas, por Nueva York, donde empezó, junto a New Jersey, la industria cinematográfica nacional. Pero ningún relato, visual o textual, puede ser otra cosa que fragmentario y parcial. Porque nada puede abarcar ni definir la esencia de lo que ha llegado a ser esta vastedad urbana de más de 10 mil 500 kilómetros cuadrados de la ciudad y del condado angelino al que pertenece, junto a otras 87 ciudades pegadas una tras otra. Ni de sus casi 10 millones y medio de habitantes, que la hacen más grande que nueve estados juntos y más poblada que 40 de los 50 estados del país, vistos por separado.
Esta ciudad ha sido contada desde las primeras cartas y documentos oficiales cuando fue fundada como un pequeño caserío agrícola en 1781 por la colonia española en la Alta California, hasta el día de hoy cuando aparece en las noticias por su crisis de vivienda y por las violentas e ilegales redadas de la policía anti-inmigrante de MAGA, que secuestra a plena luz a humildes trabajadores y a gente indefensa, con o sin papeles, solo por su perfilamiento racial. Y ha sido contada, descrita e imaginada en novelas, cuentos, poemas, crónicas y noticias periodísticas, creando y recreando el flujo incesante de vida que corre por sus autopistas y callejones.
Entre las voces distintivas que siguen narrando el devenir de la ciudad está el periodista, poeta y escritor argentino-estadounidense Gabriel Lerner. Radicado en Los Ángeles ya desde hace varias décadas, Lerner ha dedicado todo lo que va recorrido de este siglo a seguir narrando la ciudad, en este caso en español, contrapesando el predominio del inglés, y con una mirada que prioriza las historias de la población latina, que en estos momentos comprende unas 4 millones 700 mil personas, esto es, alrededor del 49% de los habitantes de la ciudad, seguidos de un 25% de blancos no latinos y el 27% de otras comunidades.
Desde las páginas del periódico La Opinión, del cual fue editor en jefe y es actualmente editor emérito; el Huffington Post Voces, donde fue director editorial, y de la revista de opinión social, política y cultural HispanicLA, que fundó y de la cual es coeditor, ha escrito un cuantioso volumen de columnas dedicadas a la ciudad. Ahora ha compilado 200 de aquellas breves crónicas, de no más de dos o tres páginas cada una, y las ha juntado en un libro de 650 páginas al que ha dado el nombre de la columna en que fueron publicadas originalmente: Gente de Los Ángeles. Un título que, en su brevedad y concisión, enuncia una topografía humana y urbana; un punto de partida cuyo protagonista es la comunidad latina, que a pesar de ser la más numerosa de la ciudad y el condado, todavía ocupa una posición subalterna y discriminada.
Este nuevo libro de Gabriel Lerner es uno de esos textos múltiples que diseccionan en trazos rápidos, como viñetas, a la ciudad esquiva, descentrada, cuyo ethos es la movilidad, la migración, el epítome contemporáneo de la ciudad de las oportunidades, y a la vez de la marginación social y económica, y del mayor número de personas sin techo en el país: el emblema de la indigencia entre los países del norte global.
En estas historias condensadas, el autor recorre la ciudad como quien palpa su lado oscuro, a la vez que sus lugares icónicos, detrás de los cuales subyace casi siempre, una injusticia, un despojo, un desplazamiento, o quizás también una alegría, una celebración, el triunfo de la resistencia humana contra todos los obstáculos. Las historias se cuentan con estilos narrativos diferentes, en un tono conversacional, que interpela de manera constante a quien las lee. En vez de dogmatizar, el autor está abierto a la interrogación, a la incertidumbre, a la realidad siempre cambiante y a la vez siempre parecida.
Los incisivos artículos de Lerner vienen de una larga tradición de escritores y periodistas que han descrito y representado a Los Ángeles desde múltiples perspectivas y desde sus diversos momentos históricos. Sin duda sus preocupaciones e intereses se emparentan con el legado de Rubén Salazar, periodista chicano quien escribió por más de una década en Los Ángeles Times y fue una de las voces más notables del periodismo escrito y de la televisión en los 60s, en defensa y visibilización de los latinos. Salazar fue asesinado a sus 42 años por una granada de gas lacrimógeno disparada por el sheriff adjunto Thomas Wilson, mientras el periodista descansaba en un bar después de participar en la primera Moratoria Nacional Chicana en 1970; una protesta contra la guerra de Vietnam y el reclutamiento desproporcionado de chicanos para esta guerra.
Lerner le dedica una de sus columnas, “¿Dónde están los documentos de Rubén Salazar?”, en la que inquiere sobre la investigación inconclusa del asesinato. La policía siempre ha declarado que el disparo fue un accidente y no ha asumido ninguna culpabilidad por la muerte de Salazar, un periodista que justamente había dedicado muchos de sus escritos a denunciar la corrupción y la violencia de la policía contra los latinos.
Heredero es también Lerner de periodistas como Eliezer Risco y Raúl Ruiz, fundador y editor respectivamente del periódico La Raza, un medio militante y clave en el movimiento chicano por los derechos civiles en Los Ángeles en las décadas de los 60 y los 70. Y es Lerner también colega y aliado de muchos otros periodistas latinos, hombres y mujeres, que trabajan hoy en los distintos medios en español e inglés con una voz crítica y constructiva, como parte esencial del complejo tejido social estadounidense.
Las columnas pueden leerse como flashes de momentos detenidos en un tiempo muy específico. Cada una narra hechos cotidianos, como en “Estos son los sonidos del Este de Los Ángeles”, “Danza en el lago”, o “Halloween y el Día de los Muertos”, por citar tres entre tantos. Los relatos discuten sobre la condición de ser hispanos/latinos en los EE UU, sobre la pobreza, el creciente fascismo en California y el país, las masacres en las escuelas, la brutalidad policiaca, las pandillas. Los Ángeles como uno de los epicentros del encarcelamiento masivo, sobre todo de afroestadounidenses, latinos e indígenas.
Entre muchos otros temas, Lerner encuentra también espacio para dedicarle una nota elogiosa a Gustavo Dudamel, el director venezolano de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, a la directora de cine Aurora Guerrero y su primer largometraje, a la diversidad gastronómica de la ciudad, y a “Las Abuelas de Placita Olvera” que ayudan los domingos en el patio de la iglesia centenaria, animando a los feligreses a que se registren para votar en las próximas elecciones.
El libro empieza y termina con el relato de los devastadores incendios de enero de este año en las ciudades angelinas de Pacific Palisades y Altadena. Incendios. Una palabra que bien puede resumir muchas de las instancias de esta ciudad a la que un escritor tan angelino como el activista político y teórico urbano Mike Davis dedicó lo que son, seguramente, los análisis sociológicos, políticos y culturales más densos y premonitorios sobre esta urbe.
Podría decirse que las columnas de Gente de Los Ángeles son, de muchas maneras, la versión periodística actualizada y en marcha de los ensayos histórico-sociológicos de Mike Davis, autor de libros fundamentales sobre Los Ángeles como Ciudad de Cuarzo (1990), Ecología del miedo (1998) y Los Ángeles en llamas (2020). En cada uno de estos textos imprescindibles, Davis explora la compleja historia angelina, en los que predijo la militarización policial, que luego se vería materializada en las revueltas de 1992, y en las redadas/secuestros de los agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y la movilización agresiva de la Guardia Nacional a mediados de este año. Davis también anticipó las implacables prácticas de gentrificación en los barrios céntricos, y fue testigo de la urbanización fuera de control en la periferia de la ciudad, y la destrucción de ecosistemas frágiles que han contribuido a acelerar el cambio climático.
A la vez, Mike Davis destacó la organización chicana y estudiantil y puso en el centro la lucha contra el racismo estructural, la represión estatal y las injusticias económicas, mostrando cómo la ciudad ha sido un campo de intensos conflictos sociales. Davis plantea a Los Ángeles como una advertencia: lo que ocurre allí anuncia el destino de otras metrópolis globales. Dentro de esa tradición sociológica, pero con el acento de lo inmediato de una nota periodística, las viñetas de Gabriel Lerner redirigen estas predicciones al terreno de la vida diaria de Los Ángeles en lo que va corrido del siglo XXI.
Si, como David Ulin afirma en el epígrafe de estas notas, Los Ángeles está fundamentada en un mito (que incluye los aberrantes dogmas del destino manifiesto y el excepcionalismo estadounidense, amplificado en las películas de Hollywood y en la ficción literaria), entonces también los pueblos originales y las demás poblaciones angelinas que interactúan en el presente en este mar de historias están en el derecho de deshacer el mito y de recuperar su historia a través de contarla con sus propias palabras, sin intermediarios. Y hacerlo en español, la primera lengua colonial europea en hablarse en estas tierras, y por tanto, un antecedente que le da a esta lengua un lugar preeminente en el momento de contar la ciudad. Y a la vez, es una invitación también a que las lenguas nativas prehispánicas también cuenten su historia desde su voz y experiencia propias.
¿Cómo seguir, pues, contando una ciudad tan contada? Contándola incansablemente. Recobrando su pasado y construyendo su presente. Como concluye Lerner en el breve epílogo, que bien puede ser la viñeta 201: “Mientras escribo esto, que no es más que una caja de resonancia, ardemos y estamos al borde del abismo. En Estados Unidos, quienes tienen los ojos abiertos están mirando alrededor con pesadumbre y angustia. Quizás por eso estas pinceladas paisajísticas valgan para que en el futuro, un futuro diferente, recordemos quiénes fuimos”. Y al hacerlo, pensemos que la lucha y la resistencia contra el odio bien valieron la pena para dejar un presente y futuros mejores a los que seguirán naciendo, llegando y viviendo en esta urbe indomable. O tal vez no, como quizás diría Gabriel.